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{Charles Dickens} No espere el lector que va a saber en donde vivo. Bien es verdad, que, en poca o ninguna importancia ha de tener para nadie; pero si he de llevar conmigo a mis lectores, y así lo espero, y han de nacer entre ellos y yo sentimientos de sencillo afecto y consideración que presten algún interés a cosas ligerísimamente relacionadas con mis vicisitudes o mis meditaciones, quizá algún día pueda adquirir cierto encanto para ellos hasta el mismo lugar de mi residencia.
{Juan José Arreola} Había una vez una niña chiquita, chiquita, que daba mucha lata en el zoológico. Se metía en la jaula de las bestias dormidas y les tiraba la cola. El brusco despertar de los feroces era precisamente la salvación de la criatura que se escapaba corriendo.
{Gabriel García Márquez} El alcalde lo hizo, estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. "Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal." El alcalde se uso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
-Me pasa la cuenta -dijo.
-¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica:
-Es la misma vaina.
{C.S. Lewis} En un pueblecito a medio camino del Dique de los Castores, donde se unían dos ríos, llegaron a otra escuela en la que una joven de aspecto cansado enseñaba Aritmética a un grupo de muchachos de aspecto porcino. La muchacha miró por la ventana y vio a los divinos festejantes que subían cantando por la calle y una punzada de alegría atravesó su corazón. Aslan se detuvo justo bajo la ventana y alzó los ojos hacia ella.
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